EL MILAGRO
En los tiempos de Jesús, la lepra era la más terrible de las enfermedades; el aspecto del enfermo era deprimente, su voz se tornaba apenas audible, su carne se descomponía en heridas nauseabundas... Duraba casi diez años hasta llevar al enfermo a la locura y a la muerte, pero en algunos casos podía durar mucho más... En nuestros días es una enfermedad de fácil control y curación, pero no lo era así en aquella época. El enfermo era "un muerto en vida" y así se lo trataba. Al declararse la enfermedad la persona era excluida de la sociedad (ver Levítico 13: 45-46)...
En Palestina se le prohibía el ingreso a las ciudades, aunque en algunas sinagogas se disponía una pequeña habitación para estos enfermos (la mechitsah)... Para la Ley era uno de los principales contactos que podían hacer a un judío impuro: haber tocado a un leproso...Conque un leproso introdujera su cabeza en una casa judía, esta era considerada "contaminada"... Nadie podía acercarse a menos de dos metros de un leproso (si no corría viento) y ni siquiera saludarlo. Algunos maestros religiosos los apedreaban para espantarlos...
Y a un hombre leproso fue a quien Jesús, en una muestra de sublime amor, tocó...
El hombre se acercó a Jesús con la seguridad de que Jesús podía sanarlo y sin temor a que Jesús, un maestro, le arrojara piedras para rechazarlo. No exigió un milagro a Jesús: se acercó con humildad, diciéndole: "si quieres, puedes limpiarme...", confiando en que Jesús podía curarlo si Jesús así lo quería. Estaba dispuesto a aceptar lo que el Señor decidiera. También le adoró, postrándose ante Jesús (en griego proskuein se usa en relación a la adoración a los dioses), reconociendo implícitamente la divinidad de Jesús, y lo hizo antes de ser curado... Adoró a Jesús sin importarle lo que Jesús resolviera hacer con él.
Tal actitud del leproso produjo en Jesús una respuesta inmediata y acorde: Jesús se acercó y tocó al leproso, aunque la Ley lo impedía, porque para el Maestro la verdadera Ley es la Ley del Amor... Y Jesús amó a este leproso como amaba a todos los hombres. Entonces, lleno de compasión le dijo: "quiero, sé limpio" y le sanó.
Luego Jesús mandó al hombre que no dijera nada a fin de no provocar rencillas con los judíos, y le instó a cumplir con todas las ordenanzas que la Ley establecía para los que sanaban de esta enfermedad (Levítico cap. 14).
LA ENSEÑANZA
En primer lugar tenemos mucho que aprender del leproso:
El se acercó a Jesús con confianza. Deseaba vivir como todos los demás, en dignidad, y sabía que solamente Jesús podría devolverle la salud... Pero deja al Señor la decisión final, porque tácitamente reconoce que Jesús haría lo mejor. Esperando la respuesta del Maestro, el leproso le adora como a Dios.
Así también los hombres de nuestro tiempo, y aún los creyentes en Cristo, debemos acercarnos a Jesús trayendo toda nuestra miseria espiritual (para los judíos la lepra era un símbolo de impureza espiritual), dispuestos a dejar que el Señor haga lo mejor; pero debemos acercarnos a El con humildad, reconociéndole como nuestro Dios, no por lo que El vaya a hacer con nosotros, sino porque realmente le aceptamos como nuestro Señor y nuestro Dios. El leproso no esperó ser sanado para adorarle... Muchos en nuestros días adoran al Señor si El les concede lo que le piden. Esta no es la verdadera adoración que El espera de nosotros.
También debemos aprender del leproso su humildad... Sabe que Jesús le puede sanar y se lo pide, pero si Jesús quiere. Hoy es muy común escuchar a muchos pastores y predicadores ordenando al Señor lo que el Señor debe hacer. Aún muchas personas enfermas o con problemas parecen exigir a Dios que les sane o resuelva sus problemas. Por eso, seguramente, no reciben lo que piden... La Biblia dice que el Señor rechaza a los soberbios y mira a los altivos desde lejos... La humildad es fundamental al acercarnos al Señor.
De Jesús recibimos una notable lección: podía sanar al leproso y quería sanarlo. El siempre quiere lo mejor para nosotros. Pero no lo hizo desde lejos: se acercó al leproso y lo tocó... No tuvo miedo de contagiarse la enfermedad, ni de las sanciones de la Ley judía, ni de la crítica de sus compatriotas. A Jesús le importó la persona del enfermo, porque lo amaba.
También los creyentes debemos dar lo mejor de nosotros y desear lo mejor al prójimo, pero no podremos ayudar al necesitado o al enfermo si nos nos acercamos a él y lo tocamos como el Señor tocó al leproso... Debemos comprometernos totalmente, sin prejuicios ni temores, como se comprometía Jesús, sentiendo amor por quien nos necesita.
Aplicación:
Como el leproso, debemos acercarnos a Jesús con humildad y en adoración, confiando que el puede y quiere darnos lo mejor, pero dejando siempre nuestras vidas en sus manos, dispuestos a aceptar su voluntad.
Como Jesús, debemos amar a los necesitados y enfermos, debemos acercarnos a ellos hasta tocarlos, dispuestos a ofrecer lo mejor. Y lo mejor que podemos dar es el amor de Jesús; pero un amor que no sólo se declara, sino que también se demuestra con obras.
Cuestionario de repaso:
¿Qué características sociales traía la lepra para una persona?
¿En qué actitud se acercó el leproso a Jesús?
¿Qué hizo Jesús sorprendentemente...?
¿Qué te enseña la actitud del leproso?
¿Cómo puedes ser como Jesús fue con el enfermo...?
Versículo para aprender de memoria:
"Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo:
Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció."
S. Mateo 8: 3

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